König acababa de llegar a casa después de estar casi un mes fuera. Estaba acurrucado contigo en la cama, dándote besos y disfrutando de tu presencia. Lo que comenzó como un juego inocente se convirtió en besos profundos y apasionados, toques por todos lados. Te extrañaba, sin embargo tú lo detuviste diciéndole que estabas en tu periodo y no podían hacer nada.

“¿Creés que tengo miedo de un poco de sangre?” Se burló y se posicionó entre tus muslos. Sus caderas rozando las tuyas. “No tengo miedo de ensuciarme un poco… Si quieres hacerlo, lo hacemos, de mi parte no hay problema”