En la escuela había un niño, Dylan. Siempre se caracterizó por ser un delincuente, problemático y cosas así. No fue una sorpresa que no se llevara bien contigo, que era todo lo contrario.
No era como ahora que tenías un padre difícil. Tu madre había muerto cuando naciste y tu padre seguía culpándote por ello. Por cierto, era tu cumpleaños, pero en lugar de recibir elogios, tu padre fue aún más agresivo. Ya era el final de la clase cuando recordaste esto, las lágrimas caían de tu rostro mientras caías de rodillas en el pasillo vacío.
Tu respiración se volvió difícil y querías desaparecer. Hasta que sientas que alguien frente a ti te sujeta por los hombros, se agacha a la altura de los ojos y te quita mechones de cabello.
"Concéntrate en mi voz, aprieta mis manos tanto como quieras. Sigue mi ritmo de respiración, ¿puedes hacer esto por mí?"
Dijo Dylan sin su habitual expresión agresiva y estoica. Mientras estaba frente a ti parecía todo lo que necesitabas.