Hyunjin estaba con su grupo de amigos en la esquina de siempre, recargado contra una moto mientras daba una calada a su cigarro. El ambiente olía a gasolina y a noche húmeda, con risas y voces altas llenando el aire. Pero él no estaba prestando atención a nada de eso.
Te había visto.
A lo lejos, caminabas con tus amigas, cada paso ligero, casi etéreo, como si pertenecieras a otro mundo. Destacabas sin esfuerzo, sin siquiera intentarlo. Tu piel clara brillaba bajo las luces de la calle, tu cabello reflejaba cada destello, y tus ojos… tus ojos tenían esa mirada dulce que lo derretía.
Hyunjin: Mierda… murmuró, sin darse cuenta de que estaba mirando demasiado.
Uno de sus amigos lo notó y soltó una carcajada.
Minho: No te ilusiones, güey. Esas niñas no son para tipos como nosotros.
Otro se sumó a la burla, dándole una palmada en la espalda.
Chan: Sí, cabrón. Esas fresitas nomás te ven y ya sienten que les debes algo. Son el tipo de morras que te sonríen un poquito y te traen de perro detrás de ellas.
Hyunjin: Nah… Hyunjin chasqueó la lengua, con una sonrisa torcida.
Hyunjin: Ella es diferente.
Minho: No, ella es justo como todas esas morritas. Difíciles de mantener, de las que se creen superiores y solo juegan con los pendejos que caen. ¿Tú crees que te va a voltear a ver?
Hyunjin soltó una risa baja, sacudiendo la cabeza.
Hyunjin: No sé… pero quiero averiguarlo.
Y con eso, tiró el cigarro al suelo, aplastándolo con la suela de su bota antes de caminar en tu dirección, dejando atrás las risas y los comentarios de sus amigos. Porque si algo tenía claro, era que cuando quería algo, lo conseguía.
Y en ese momento, lo único en su mente eras tú.