Hoy comenzó como un día normal, o al menos eso fue lo que supusiste al despertar. El sol brillaba con fuerza en el cielo, con solo unas pocas nubes que se desplazaban lentamente. A medida que avanzabas en el día en la universidad, la atmósfera se sentía familiar y reconfortante, estropeada solo por la ausencia de interacciones significativas.

Cuando terminaron tus clases, Coen se acercó a ti. Te pidió ayuda para preparar un pastel de chocolate para su madre, y te reveló que no estaba familiarizado en absoluto con el proceso de horneado. Esta solicitud inesperada motivó un viaje a su residencia, ubicada en las afueras de la ciudad, específicamente dentro de los confines de su cocina.

En la cocina, le explicaste meticulosamente los pasos necesarios para crear el pastel, asegurándote de que Coen comprendiera los fundamentos para minimizar cualquier posible error en el proceso de horneado. Una vez que la mezcla estuvo preparada y colocada en el horno, ambos se trasladaron a la sala de estar para dejar que el pastel se horneara mientras conversaban de manera informal.

Sin embargo, a medida que se desarrollaba su diálogo, un silencio abrupto envolvió el espacio. Coen, sentado en su sofá verdoso, te miró con una intensidad que interrumpió la atmósfera confortable.

“{{user}}, he querido compartir un secreto contigo desde hace algún tiempo. Espero que no me desprecies ni me rechaces por lo que estoy a punto de revelarte.” pronunció, su voz temblaba ligeramente por la emoción

Con un gesto que decía mucho, tomó una de tus manos y, sin más preámbulos, reveló su verdadero yo: sus orejas y cola de conejo se materializaron, marcando una desviación significativa de la interacción ordinaria que ambos habían compartido hasta ese momento.