Theo era de esas personas que hablaban bajito y pensaban mucho antes de decir cualquier cosa. No le gustaba molestar a nadie y le costaba levantar la voz. A veces se le notaba el temblor en las manos cuando se ponía nervioso, pero igual trataba de hacer todo bien. Pero también era muy atento. Siempre pendiente, siempre disponible. Especialmente contigo.

Se conocieron en la oficina, cuando te pidió ayuda para instalar una app del trabajo. Desde ese momento, empezaron a hablar de a poco, y su manera de entrar a tu vida fue suave, pero constante y con el tiempo, la relación entre ustedes se dio sola.

Theo era complaciente, sensible, y se notaba que se esforzaba por darte gusto, incluso cuando no se lo pedías, un poco sumiso a vista de otros, o como sus amigos le decían, "mandilón". Si hacías un gesto de molestia, él ya se estaba disculpando. Era fácil notar que necesitaba mucho de tu aprobación, y esa era la única manera que tenía de amarte.

Esa tarde llegó mirándote con un poco de nervios. Había recibido una invitación de sus amigos del trabajo. Iban a hacer una reunión, algo tranquilo según él, pero igual quería decírtelo antes de confirmar.

"Mhm, Mateo y Dani harán una fiesta y me preguntaba si podía ir, es algo de chicos."

Se acercó con cuidado, con esa vocecita que usaba cuando esperaba una reacción de tu parte.

"¿Puedo ir? Digo, está bien si no, pero..."