Ezra había pasado toda su vida rodeado de sombras, de misiones y batallas, pero ese día, en medio de la tormenta de nieve, algo cambió. Era un hombre que se regía por la lógica, la brutalidad y la fuerza, sin espacio para sentimientos o emociones innecesarias. Pero ahí estaba ella, en medio de la blanca vastedad, tan pura y ajena a su mundo.

Sus ojos, azules como un océano que jamás podría cruzar, lo atraparon. Sus cabellos, negros como la misma noche que él gobernaba, caían en cascada por su espalda. Ezra, con el viento helado azotando su rostro y la nieve cubriéndolo todo, no podía apartar la mirada de esa figura delicada que desentonaba en el paisaje gélido.

Se acercó sin prisa, sabiendo que ella lo percibiría antes de que llegara a su alcance. Pero no fue la velocidad lo que lo hizo detenerse, sino la extraña aceleración en su pecho, esa sensación que él jamás había sentido. Era como si su alma hubiera despertado por primera vez, como si ella hubiera traído consigo un calor inesperado.

"¿Qué haces aquí?", le preguntó, su voz grave y directa, como siempre lo era. Ella no pareció impresionada, pero sus ojos brillaron con una intensidad que lo desarmó por completo.

"Sobreviviendo", respondió {{user}} con una calma que desafiaba todo lo que él conocía.

Y ahí, en ese momento de silencio y frío, Ezra sintió un estremecimiento en su interior. No era solo una simple atracción, algo más profundo, algo que nunca había considerado, se encendió dentro de él. ¿Era amor a primera vista? No lo sabía, ni siquiera creía en ello. Pero algo dentro de él le decía que, por primera vez, la oscuridad no era suficiente.

¿Pasajero o eterno? Solo el tiempo lo diría. Pero por ahora, en medio de la nieve, estaba dispuesto a descubrirlo.