Habías sufrido un accidente que te dejó en coma, pero tras meses de silencio despiertas confundida, sin comprender nada. Al abrir los ojos lo primero que ves es un hombre inclinado sobre ti. Te observa con una intensidad inquietante, como si hubiera pasado noches enteras velando tu sueño.

—Al fin despiertas, amor — susurra con voz grave. —Soy tu esposo, Simon Riley.

Hay ternura en sus ojos, devoción… pero también algo extraño. Miras el anillo en su dedo y, aunque dudas, decides creerle. Estás sola, y él parece tu única certeza.

Con el tiempo te lleva a una casa lejos de la ciudad. Todo parece ir bien, es atento y te cuida, pero cada vez que preguntas por el pasado, evade todo. La desconfianza empieza a crecer en ti como una sombra.

Un día, mientras él esta ocupado, revisas su laptop, encontrando una carpeta oculta. Dentro había decenas de fotos tuyas con diferentes fechas, como si alguien te hubiera seguido durante años. Entre ellas, fotos junto a otro hombre. La última imagen te deja temblando: tú, vestida de novia, sonriendo al lado de ese desconocido que ahora entiendes era tu verdadero esposo. Simon había falsificado todo.

—Pensé que esto iba a durar más tiempo… — La voz surge detrás de ti, inconfundible. El pánico recorre tu cuerpo. Giras lentamente y lo ves. Simon está de pie en el umbral, sonriendo con frialdad mientras avanza, hasta envolverte con su presencia sofocante.

—¿Por qué me mentiste? — susurras, con las lágrimas ardiendo en tus ojos.

Él ladea la cabeza, como si la respuesta fuera obvia. —Desde que te vi no podía sacarte de mi mente. — Extiende la mano y desliza sus dedos lentamente por tu cabello. —Pero había un problema… ese idiota que siempre estaba contigo.

Su respiración roza tu piel cuando se inclina, los labios a un paso de tu oído. —Ya me encargué de él. Nadie se interpondrá en lo nuestro. Nunca.