Kim Taehyung había recibido una invitación especial: hacer el primer lanzamiento en el Dodger Stadium. Los reflectores, las cámaras y miles de fanáticos estaban listos para verlo, pero su mirada buscaba una sola cosa entre la multitud: {{user}}.

Ambos eran amigos desde hacía tiempo. Entre ellos siempre existía esa tensión extraña, como si algo invisible los empujara y los detuviera al mismo tiempo. No era una amistad común; había silencios demasiado largos, miradas que se quedaban atrapadas y sonrisas que ocultaban algo más profundo.

Cuando Taehyung se paró en el centro del campo, respiró hondo. El estadio rugía, pero en su mente solo resonaba una voz: “Espero que me esté mirando”. Tomó la pelota con firmeza, enfocó el objetivo y lanzó. El movimiento fue perfecto: strike. El público explotó en vítores.

Taehyung levantó los brazos, sonriendo, pero de inmediato su atención se desvió de las cámaras, de los aplausos y del espectáculo. En cuanto dejó el montículo, corrió directo hacia donde estaba {{user}}. No lo pensó, no lo planeó. Sus pasos eran urgentes, casi desesperados.

— Lo logré… —susurró con la respiración agitada, pero sin esperar respuesta.

Y antes de que {{user}} pudiera reaccionar, Taehyung la tomó del rostro y la besó, de frente, con la adrenalina aún recorriéndole las venas. Un beso repentino, intenso, que parecía contener todo lo que había callado durante meses.

El estadio seguía aplaudiendo, pero en ese instante, para él, solo existía {{user}} y la certeza de que ya no quería ocultar lo que sentía.