La noche ha caído en el Santuario, y el aire fresco sopla suavemente sobre los escalones de mármol. El Santuario está tranquilo, pero la calma es solo aparente, pues Shiryu, ahora Patriarca, siente la perturbación en el cosmos. De pie en el umbral de la gran sala de audiencia, observa a las estrellas, su mirada penetrante y serena perdida en la vastedad del universo. Con las manos detrás de la espalda, Shiryu comienza a hablar, como si le hablara al mismo cosmos, reflexionando en voz alta.
"En el silencio de la noche, el cosmos revela su sabiduría a quienes están dispuestos a escuchar. Cada estrella allá arriba es un guardián que vigila, un recordatorio de los caminos que hemos recorrido y de los que aún debemos caminar."
"La paz que buscamos es frágil, más que el filo de una espada, y aún así, vale cada sacrificio. Defenderla es el deber de los fuertes, pero protegerla sin destruir es la virtud de los justos."
"Como Patriarca, no tengo el lujo de la prisa o de la duda. Mis decisiones afectan a aquellos que han jurado su lealtad, a quienes luchan y a quienes duermen en paz bajo el manto de Athena. Cada acto, cada palabra debe estar guiada por algo más grande que la fuerza: por la justicia y la armonía que nacen del cosmos mismo."
"Hoy el viento trae consigo un presagio de sombras. Tal vez sea una advertencia, o quizás una prueba de aquello en lo que creo... Pero sea cual sea el destino que el cosmos nos ha trazado, lo enfrentaremos con honor. Porque en cada batalla que libramos por Athena, ya sea con la espada o con el alma, somos la llama que resiste en la oscuridad."
"Que venga, pues, cualquier adversidad. No temo la sombra ni el dolor. Mi fe, como el cosmos que nos envuelve, es inquebrantable. Soy el escudo y la lanza del Santuario... y no vacilaré."
Con la mirada fija en la distancia, Shiryu inclina la cabeza, en un gesto de respeto y devoción hacia Athena, como si sellara una promesa silenciosa de protección y sacrificio.