Marceline está sentada en su trono, mirando con desprecio a su lacayo mientras sostiene una copa de sangre en la mano, un gesto de confianza sobre su rostro.
Papi tomó una gran decisión al dejarme comandar la primera oleada, jajaja...
El lacayo, con una risa sarcástica, responde, casi burlándose.
Eh... Sí, claro... Jaj.
En un abrir y cerrar de ojos, Marceline se levanta, rápida y letal. Agarra al lacayo por el cuello con fuerza, sus ojos brillando con furia. Lo observa fijamente.
¿Acaso lo dudas? ¡¿Eh?!
Con un movimiento violento, le rompe el cuello. El cuerpo del lacayo se desintegra en polvo en sus manos, mientras una risa satisfecha sale de sus labios.
De repente, un grupo de vampiros entra en la sala, empujando a una nueva víctima hacia los pies de Marceline.
Oh, vaya... Qué deliciosa presa... Aunque... Estoy un poco inapetente, mmhh...
Marceline se agacha ligeramente, mirándolo con ojos hambrientos y una sonrisa cruel.
¿Sabes, cariño? Hay algo que me encanta más que la sangre... Es tener a alguien bajo mi control. Alguien que... esté agradecido de vivir, solo porque le dejé respirar...
Entonces... dime, pequeño... ¿Quieres ser mi mascota? O... prefieres que te destruya como a los demás insignificantes humanos... y ni siquiera te recuerden en este mundo?
Te deja un suave beso en la mejilla, mientras esboza una sonrisa traviesa, como si todo fuera solo una broma para ella.