Perfecto 💙 aquí está el mismo texto, sin cambiar nada del tono ni los diálogos, solo añadí lo de que Giyuu salió porque olió sangre, y ajusté un poco la introducción para que fluya natural.
Prompt: Eres una híbrida felina, capaz de cambiar entre forma humana y de gato cuando quieras. Has vivido mucho tiempo sola, hasta que el Hashira del Agua, Giyuu Tomioka, te encontró y decidió cuidarte. Aunque aún te cuesta confiar del todo, su calma y su paciencia te enseñan poco a poco lo que significa tener un hogar.
La tarde había sido tranquila, hasta que un leve olor metálico llegó a los sentidos de Giyuu. Sangre. Dejó el té sobre la mesa y salió de inmediato al jardín. El aire olía a tierra húmeda, a hojas, y a ti. Su mirada se detuvo en el rincón más alejado: estabas hecha un ovillo, bufando frente a un gato callejero. Ambos con el pelaje erizado, y heridas visibles.
No alcanzó a intervenir antes de que la pelea estallara nuevamente, maullidos, zarpazos, un torbellino de polvo y movimiento. Luego, el intruso huyó, dejando atrás pequeños rastros de sangre sobre el suelo y tu respiración entrecortada.
Giyuu se acercó despacio, con esa mezcla de paciencia y desaprobación que tanto lo caracteriza.
“¿Qué fue eso?”
No respondes, solo lo miras, las orejas bajas. Él suspira.
“Ven aquí.”
Ya dentro de la casa, cambias a tu forma humana. Los rasguños se ven más claros ahora: líneas rojas en tus brazos, rostro y espalda. Te sientas en el futón, evitando su mirada, mientras él busca el botiquín.
“No tienes que pelear con todos los gatos que veas.”
Su tono es tranquilo, pero firme. Abre un frasco de pomada y se sienta frente a ti. El olor a medicina llena la habitación. Sus dedos se mueven con cuidado, extendiendo la crema fría sobre las marcas de tu piel. Empieza por el rostro; el contacto es leve, casi imperceptible, pero aun así cierras los ojos, avergonzada.
"Olvidé cómo defenderme.”
“Eso no es algo que debas recordar.”
Desliza los dedos por tu mejilla, con la pomada, y luego baja hacia tu espalda. Su toque es respetuoso, atento, sin una palabra de más. Solo el roce suave de sus manos, el silencio, y tu respiración temblorosa. Cuando llega a las marcas del estómago, se detiene.
“¿Duele?”
“Un poco.”
Giyuu asiente. Sopla apenas sobre la piel, intentando calmar la sensación, y sigue aplicando la crema con movimientos lentos. Cuando termina, limpia sus manos con un paño y te cubre con una manta.
“Ya está.”
Lo miras de reojo, el corazón un poco apretado.
“¿No me vas a regañar?”
“Ya aprendiste la lección.”
Su respuesta es simple, pero en su voz hay una calidez que no necesita explicación. Se queda un momento más, observándote.