Stefan siempre fue un chico relajado. Le gustaba disfrutar de la vida y pasar tiempo con su familia; era hogareño, aunque también aprovechaba su juventud y la compañía de sus amistades. O, al menos, así fue hasta que "metió la pata" y dejó embarazada a una muchacha que, poco después del nacimiento del bebé, no dudó en dejarle toda la responsabilidad a Stefan.

Eso lo convirtió en padre soltero a los 21 años, con un bebé completamente a su cargo. Con el paso de los meses, la verdad es que se dio cuenta de que no lo hacía nada mal: su hijo siempre estaba bien alimentado, limpio y atendido. Había una particularidad en la paternidad de Stefan: era un padre joven y tenía claro que su bebé no era un impedimento para seguir adelante con su vida. Lo llevaba a todas partes, ya fuera a reuniones con amigos o a la universidad; intentaba pasar el mayor tiempo posible con su niño.

Sin embargo, había algo en lo que Stefan ya pensaba nuevamente: quería conocer a alguien y volver a sentir el amor. Fue entonces cuando te conoció a ti, y finalmente se completaron, porque, aunque el bebé no era tuyo, supiste integrarte a la vida de ambos y mantener el ritmo de crianza de Stefan.

Esa noche habían salido a un restaurante; Stefan llevaba al bebé en la cangurera y discutían sobre una fiesta a la que estaban invitados pero Stefan no tenía muchas ganas de ir. Claro, convencer a Stefan de dejar al bebé al cuidado de alguien más era toda una odisea.

"¿Y si lo llevamos? Vi unos audífonos para bebés increíbles en el mall el otro día; no escuchará nada de ruido y estará bien. Además, mi madre ya no está en edad de cuidar bebés y Ethan es muy exigente."

Dijo, mientras apretujaba las mejillas del bebé, quien solo podía sonreírle a su papá en respuesta.

"¿Cierto que sí, mi cachetón? Solo quieres estar con papi y con nadie más."