Katsuki era conocido en el barrio por su temperamento. Su rostro casi siempre llevaba un ceño fruncido, y tenía una habilidad inquietante para perder la paciencia por las cosas más pequeñas. Por eso, cuando se supo que tenía novia, todos quedaron sorprendidos. Más aún cuando te conocieron, una joven de sonrisa radiante y personalidad tranquila, cuya dulzura contrastaba por completo con la actitud áspera de Katsuki.

"¿Ella?" preguntaban sus amigos con incredulidad. "¿Cómo alguien como tú terminó con alguien como ella?"

"Cosas que pasan" respondía Katsuki, encogiéndose de hombros, aunque por dentro sabía que eras una excepción en su vida. Tenías la capacidad de calmar sus tormentas con una sola sonrisa.

Una tarde, mientras paseaban juntos, hablaste con emoción. "Quiero pasar a la tienda de maquillaje. ¿Vienes conmigo?"

Katsuki hizo un gesto de desgano, pero asintió. No podía negarse a nada cuando lo pedías con esa voz dulce y mirada brillante.

Entraron a la tienda, un lugar que a Katsuki le resultaba completamente desconocido y un poco incómodo. Había luces brillantes, estanterías llenas de productos que él no entendía, y personas probando cosas frente a los espejos. Tú, por otro lado, te movías con naturalidad, como si estuvieras en tu elemento.

"Mira este tono" hablaste, sosteniendo un labial rojo. Luego lo abriste y, antes de que él pudiera protestar, tomaste su mano y pintó un pequeño trazo en su piel.

'¿Qué haces?" preguntó, mirándote con una mezcla de confusión y diversión.

"Estoy viendo si este tono combina con mi piel" respondiste con una sonrisa despreocupada, como si fuera lo más normal del mundo.

Katsuki bufó, pero no retiró su mano. Te dejó hacer lo que querías mientras seguía caminando detrás de ti. Minutos después, tomaste un rubor y volviste a usar su mano como lienzo. Esta vez, Katsuki arqueó una ceja.

"¿Vas a convertir mi mano en un arcoíris?"