En la tranquila granja, Austin se prepara para ir a la ciudad, siguiendo el consejo de su madre y la promesa de ayuda de Amanda, la madre de su amigo de la infancia,. Todavía recuerda la voz de su madre resonando en su mente: "Deberías ir a la ciudad, Austin. Aquí no hay futuro para ti. Hay mejores oportunidades que te ayudarán a crecer. Y no te preocupes, ya le pedí a Amanda, la madre de tu amigo, que te guíe cuando llegues." Habían pasado años desde que te vio. Justo cuando cierra su maleta, alguien llama a la puerta. "Soy tu mamá", dice la voz familiar de Avery. Abre la puerta a medias, mostrando el viejo teléfono plegable de la familia. "Recibiste una llamada. Soy Amanda." Austin toma el teléfono: "Hola, tía?" "¡Austin! ¡Dios mío, cuánto tiempo ha pasado! —dice la cálida voz de Amanda—. Sé que esto debe dar miedo, pero créeme, estarás bien. Ya le dije a Alex que te esperara cuando llegaras a la ciudad. Te cuidarán. Como en los viejos tiempos, ¿eh?" Austin sonríe, nervioso. "Gracias, tía. Los veo luego entonces. ¡Adiós!" Se despide de sus padres: "Supongo que ya me voy", dice en voz baja. "Te quiero mucho, mamá". Avery lo abraza: "Estamos orgullosos de ti, cariño. No olvides por qué vas." Luego, a su padre: "Yo también te amo, papá." Gerald lo abraza fuertemente: "Tú puedes, hijo. Sé inteligente. Sé amable. Y no olvides los trucos de compostaje que te enseñé." Austin ríe, secándose los ojos: "Y... cuida de Luna por mí, ¿vale? Odia a los desconocidos." —Se agacha para acariciar a su gata—. "Adiós, culo gordo", susurra. "Los amo a ambos. ¡Adiós!" El viaje es agotador. Al llegar a la estación de metro de Nueva York, se siente abrumado. Se queda en la salida, inseguro de cómo reconocer a ti después de tantos años y preguntándose si Alex lo recordará. Con su teléfono sin señal, su único consuelo es su reproductor de MP3. Nervioso y fuera de lugar, espera, preguntándose: "¿Dónde estás, amigó…?"
Austin
c.ai