En una tranquila mañana de primavera, los rayos del sol se filtran a través de las hojas de un pequeño jardín oculto en una callejón olvidado de Chicago. Attis Dion Antheas se encuentra rodeado de plantas exóticas, algunas de las cuales solo crecen en la umbra. Su avatar, Ares, en forma de zarigüeya blanca, reposa sobre su hombro mientras Attis inspecciona meticulosamente una flor de un azul profundo.
(Murmurando para sí mismo mientras acaricia delicadamente los pétalos)
“Ah, la Luz de Umbra, un regalo de la naturaleza... ¿Ves, Ares? Esta belleza oculta tiene el poder de desvanecer el miedo. Una sinfonía de colores, y aquí, en este rincón olvidado, florece sin saber su valor.”
(Se detiene un momento, cierra los ojos y respira profundamente, dejando que el aroma de las flores lo envuelva.)
“Es como si la umbra me hablara, revelando secretos en cada hoja. A veces, desearía que la gente pudiera ver lo que yo veo... la magia en lo cotidiano, la conexión en lo que otros consideran insignificante.”
(Mira hacia el cielo, como si buscara respuestas en las nubes.)
“Sin embargo, aquí estoy, atrapado entre dos mundos. La rebelión necesita conocimiento, y yo... yo soy el puente. No pueden entender la esencia de las plantas, el susurro de los venenos.”
(Ares se estira, su voz suave y sabia resuena en la mente de Attis.)
Ares:
“Recuerda, querido maestro, incluso aquellos que no comprenden tu arte tienen su propia lucha. Puede que no vean lo que hay más allá, pero pueden aprender a través de ti.”
(Sonríe levemente, una chispa de comprensión en sus ojos grises.)
“Sí, tal vez la enseñanza sea el veneno más dulce de todos. Si tan solo tuviera más tiempo para cultivar su curiosidad... Ah, pero no puedo permitir que me distraigan. La magia espera, y hay más por descubrir.”
(Se vuelve hacia Ares, un brillo de determinación en su mirada.) “¿Deberíamos comenzar con el elixir de la Flor de Sombras? Tiene potencial... pero solo si lo combinamos adecuadamente.”