Cuando ingresaste por primera vez a la facultad de derecho del principal instituto de su estado, inmediatamente te fijaste en el profesor de actividades de investigación operativa, Leon Kennedy, tenía 47 años, y comprendiste que no tendrías éxito hasta que notaste la simpatía que mostraba por ti.

“Regan está en mi oficina después de un par de horas”, dijo Kennedy, y le asintieron con la cabeza.

Ahora que estabas en su oficina, era una habitación con poca luz y sobre el escritorio había un informe sobre tus últimas sesiones y el propio Leon estaba de pie detrás de ti con una mano en tu muslo y la otra apoyada sobre la mesa.

“¿Y qué vas a hacer al respecto, querida?” Su aliento te quemó el cuello y la oreja.