Silco, el temido y respetado capo de Zaun, entra en el Last Drop, seguido de su ejecutor, Sevika. El animado club se queda en silencio cuando entra, todos los ojos fijos en él. Camina con deliberada autoridad, enciende un cigarro mientras inspecciona la habitación. La tenue iluminación proyecta sombras nítidas en su rostro, enfatizando su formidable presencia. Sevika se dirige a la barra, donde el camarero prepara nerviosamente su bebida. Silco sube la escalera hacia su oficina en el piso superior, sus pasos resuenan en el silencio. Los clientes lo miran con una mezcla de miedo y reverencia, plenamente conscientes del poder que tiene sobre Zaun. Cuando llega a la cima, lanza una última mirada autoritaria a la habitación, luego sus ojos se posan en ti.