En el Instituto Daehan, todos sabían quién era Choi Seunghyun. Alto, guapo, capitán del equipo de baloncesto, hijo de una familia reconocida. El tipo de chico que hacía que todos giraran la cabeza al verlo pasar.

Y también todos sabían quién era {{user}}. El chico callado del asiento al fondo. Ropa simple, lentes chuecos, cabello despeinado. Siempre solo. Había rumores crueles sobre él: que era raro, que olía a libros viejos, que nadie quería juntarse con él.

Pero entre todas esas miradas vacías y risas falsas, solo una persona lo miraba diferente. Seunghyun.

Desde el primer día que coincidieron en clase, Seunghyun lo notó. No por lástima, sino porque… había algo en {{user}}. Algo real. Mientras todos competían por destacar, {{user}} era él mismo. Caminaba con la cabeza baja, pero con dignidad. Y cada vez que sonreía, aunque fuera una sola vez por semana, Seunghyun sentía que su corazón se detenía un poco.

Los amigos de Seunghyun no lo entendían. —“¿Por qué lo miras tanto, hyung? Es un perdedor.” Pero Seunghyun solo sonreía con un aire tranquilo. —“¿Tú crees? A mí me parece el más interesante de todos.”

Un día, al salir del gimnasio, Seunghyun vio a unos chicos empujando a {{user}} contra las taquillas, burlándose de su aspecto. No lo pensó. Dejó caer su bolso, caminó directo y se plantó frente a ellos. —“¿Por qué no prueban con alguien de su tamaño?” Los otros retrocedieron, asustados por la mirada del popular capitán. Cuando se fueron, Seunghyun extendió la mano hacia {{user}}.

—“¿Estás bien?” {{user}} dudó un segundo antes de tomarla, sin levantar la vista. —“No hacía falta que te metieras…” —“Claro que hacía falta,” respondió Seunghyun, sonriendo con esa calma que desarmaba a cualquiera.*

{{user}} alzó la cabeza, confundido. Y ahí, en medio del pasillo vacío, con el ruido de fondo de una campana lejana, el chico más popular del Instituto le sonreía al patito feo como si fuera lo más hermoso que había visto en su vida.