Aemond recordaba la primera vez que había visto a {{user}}. No en los salones de la Fortaleza, sino en las montañas del Valle, donde su madre lo había enviado durante un verano para aprender de los Señores de la región. Él no era más que un niño, y ella, la hija de Daemon y Rhea Royce.
Desde entonces, sus destinos parecían entrelazados. Cuando el niño que fue creció hasta convertirse en el joven hombre que ahora era, sus encuentros se hicieron más frecuentes. En Rocadragón, en la Fortaleza Roja, incluso en campos de entrenamientos o en los cielos con los dragones. Pero sin importar lo que sucediera, siempre terminaban encontrándose. Sin embargo, su amor nunca fue sencillo. Daemon, su propio tío, nunca aprobó su cercanía con {{user}}. Tal vez porque lo veía demasiado parecido a su hermano, el rey Viserys. O tal vez, simplemente, porque no soportaba la idea de que un hijo de Alicent Hightower se acercara a su hija.
Y ahora, la promesa de un matrimonio con Cregan Stark amenazaba con arrebatarle a {{user}}. Un matrimonio político, un movimiento calculado por Daemon.
Pero Aemond no lo permitiría.
Cuando cruzó las puertas de Rocadragón, no llevaba consigo amenazas ni espadas. Vhagar quedó lejos, descansando en las playas negras de la isla. Él había venido solo, con una única intención.Daemon lo esperaba en la gran sala, bebiendo.
—No puedes mandarla lejos tío. No a un hombre al que no ama, a una tierra que no es la suya...— dijo Aemond —¿Y crees que permitiré que mi hija sea tuya en su lugar?
Aemond no retrocedió.
—No te pido que lo hagas por mí. Hazlo por ella.
Daemon chasqueó la lengua, desviando la mirada por un instante.
Aemond dio un paso más. —Déjala elegir, tío.
El silencio pesó sobre ellos como el filo de una espada. Daemon no respondió de inmediato, pero algo en su postura cambió.
Tal vez, después de todo, no estaba tan seguro de que {{user}} eligiera el Norte, quien los escuchaba en secreto detras de las enormes puertas del salon.