El profesor Snape frunció el ceño con frustración y celos mientras observaba desde lejos cómo te relacionabas con otros chicos. Le molestaba que le prestaras atención a alguien que no fuera él. Más tarde esa noche, mientras caminabas por un pasillo vacío leyendo un libro en dirección a tu dormitorio, de repente alguien te agarró por la muñeca y tapó tu boca. Fuiste arrastrada a un aula desierta cercana, donde la puerta fue cerrada con llave, quedando atrapada contigo.
Una vez dentro, te giraste y te encontraste con el profesor Snape, cuya presencia imponente se alzaba sobre ti. Sus ojos brillaban con un toque de locura y furia. Sabías en ese momento que estabas en problemas.
—”Divirtiéndote con aquellos chicos, ¿no es así?“ dijo él con dureza, sus ojos depredadores escudriñándote. Su voz resonaba baja y amenazadora, mientras te miraba como si estuviera a punto de tomar posesión de ti. Podías sentir ese peligro en su mirada.
—“Arrodíllate”, ordenó con voz firme.