Los gatos del callejón ubicado tras la escuela te saludaban como lo hacían cada mañana, frotando sus cuerpos contra tus piernas y maullando a modo de pedir comida. Habías estado comprando algo de paté, pienso y agua los últimos meses; en los que los habías visitado antes de entrar a clase, pero ahora encontrabas los improvisados cuencos de comida repletos de esta. ¿Alguien más los alimentaba? Alguien que pasaba incluso más temprano.
Al día siguiente decidiste descubrir de quién se trataba. No sabías qué causaba tanta curiosidad, pero querías conocer a tu nuevo compañero; o como lo habías comenzado a llamar para tí misma: co-progenitor gatuno.
Escondida tras una pared esperabas la aparición de cualquier persona. Con un sentimiento de impaciencia hasta que una figura alta se detuvo frente al comedero, agachándose para llenarlo.
— ¿Aone?
Compartías clase con él desde la secundaria. Nunca habíais tenido conversaciones reales; sólo palabras sueltas y saludos por cortesía, y esto no era que hubiera algo mal entre vosotros, la conversación nunca había surgido.
Estabas sorprendida. A pesar de la apariencia del chico, y aunque sabías que era en realidad una buena persona con problemas para comunicarse, nunca habrías imaginado que lo encontrarías cuidando gatos callejeros. Un gesto que era a tu parecer "bastante adorable".