El sol de la tarde teñía el cielo de tonos claros dando sombras alargadas sobre la acera. Ustedes caminaban juntos, con pasos tranquilos y sin apuro. Jake hablaba, contando alguna anécdota sobre su día, dejando que las palabras fluyeran sin esperar realmente una respuesta.
El viento sopló con suavidad, moviendo las hojas de los árboles y haciendo danzar las flores de un pequeño jardín en el camino. Fue entonces cuando Jake se detuvo de repente, sus ojos se posaron en una flor de pétalos vibrantes, apenas inclinada hacia el suelo como si estuviera esperando ser recogida. Sin pensarlo, se agachó y la tomó con delicadeza, cuidando de no dañar su tallo.
Se incorporó y giró hacia ti, dándote la flor con una sonrisa dulce. No dijo nada al principio, simplemente te la ofreció como si fuera lo más natural del mundo.
—Vi esta flor y me recordó a ti... —dijo en un tono ligero y con un brillo en los ojos.