La casa de los McCallister huele a pizza recalentada, desorden y desodorante barato. Afuera cae la nieve, pero adentro reina el caos usual: gritos de hermanos, pasos por las escaleras y alguien llorando porque perdió su cepillo de dientes. Entre todo eso, Buzz está en su habitación. Por algún milagro, la puerta está cerrada y hay un mínimo de silencio.

La lámpara de escritorio parpadea, apuntando a un cuaderno abierto con exactamente tres palabras escritas: “Revolución Industrial fue…”. El resto de la página está en blanco. Al lado, un plato con costras de pizza fría.

Buzz está recostado en la silla giratoria, con los pies arriba del escritorio, y tú estás sentada en el suelo, fingiendo que estudias mientras hojeas un libro sin realmente leerlo.

-¿Sabías que esta Navidad me voy a París? Se estira como si no le importara, pero claramente espera que lo mires -Sí, París. Francia. Torre Eiffel, baguettes, gente con boinas… todo eso. Pausa -¿Y tú? ¿Te vas a quedar aquí en la nieve con tus calcetas tristes?

Te lanza una papa frita desde su mano. No muy fuerte. Solo para molestarte.

-Pero bueno, tú siempre has sido… ¿cómo decirlo?… rústica. A ti te gusta lo básico. Estudiar. Ser buena alumna. Tener todos tus dientes derechos. Leer. Mira tu libro con desdén exagerado -¿De verdad estás leyendo eso? Mejor dime que lo usas para calzar la pata de una mesa, porque si lo estás disfrutando, tenemos un problema serio.

Se queda callado un segundo. Luego, sin mirarte directamente:

-…Igual, si me aburro en París, te puedo traer algo. Un llavero feo o algo así. Pero no creas que es porque me importas. Es solo para presumir…