Siempre habías sido una chica con mala suerte, y hoy no era la excepción. Era tu último año de preparatoria, y otra vez estábas llegando tarde, pues no oíste tu despertador. Corrias a toda velocidad por los pasillos del instituto. Pero era inútil, pues llegabas veinte minutos tarde a la clase de literatura del profesor Hoffman, quien ya conocía tu falta de puntualidad, y para variar llegabas con una mancha de pasta dental en la blusa. Le explicaste al profesor que te habías quedado dormida, pero solo te cerró la puerta en la cara, suspiraste y decidiste dar un paseo por el instituto.

Llegaste al campo, cuando a lo lejos viste a un chico que se encontraba sentado a horcajadas de la cancha dándole la espalda al campo mientras fumaba. Solo se encontraba él. Viste como sacaba algo de su bolsillo y te dió curiosidad, por lo que decidiste caminar hacia su dirección, comenzaste a subir las gradas pero como la mala suerte te persigue tropezaste con el escalón callendo de bruces. Sentiste mucha vergüenza e intentaste levantarte apoyando ambas manos sobre el barandal pero no lograste levantarte. Volteaste y viste a aquel chico con una mirada azul penetrante estaba frente a ti con el ceño ligeramente fruncido.

"Lo siento"

Dijiste intentando sonar segura, sin saber porque habías dicho eso. El chico solo volco los ojos y suspiro con fastidio, se acercó a ti y te ofreció su mano para ayudarte a levantarte, tu muy apenada accediste y te levantaste. Al levantarte lo viste mejor, era un chico bastante alto, ojos azules, pelo rubio y tenía un piercing en el labio inferior, aún sostenía su cigarro en la mano.

"Gracias"

Le dijiste intentando ocultar tu sonrojo a lo que el te contesto "uh-huh..." Sin despegar los labios.