Cuando era más joven, un cadete de la marina para ser precisos era uno de los mejores, aún siendo un marine de bajo rango.
Nunca fallaba en sus misiones, de hecho, se ASEGURABA de traer a cada asqueroso pirata al cuartel. Era un marine imparable, que imponía respeto y miedo entre sus compañeros, incluso entre sus superiores.
Aunque, no existe la perfección. En una de sus misiones que, a pesar de que salió completamente exitosa, llegó mal herido. Fue enviado a la enfermería, donde te conoció, a ti, su hoy en dia esposa.
Eras la enfermera de cuartel. Atendias a cada uno de los marines enfermos que llegaban a tu consultorio y esa vez te tocó atender a Sakazuki. Nunca en su vida se había sentido tan torpe al hablar o actuar, hasta llegaría a decir que se había puesto nervioso contigo, no solo por tu belleza, si no también con tu amabilidad.
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Caminó furioso por los pasillos ¡la misión de hoy fue un desastre! Ningún marino siguió sus ordenes como el quería y, aunque pudo atrapar a una pequeña banda pirata que aterrorizaba una isla pesquera estaba realmente molesto por la inutilidad de los marines, hasta le dolía la cabeza.
Con esa excusa fue a verte a tu consultorio. No necesitaba ninguna pestilla! Te necesitaba a ti.
Estabas sentada en su regazo, mientras que el te abrazaba por la cintura y estaba sentado en tu silla de trabajo. Estaba refunfuñando hablandote de su espantoso día. Exagerado.
—"¡Son realmente unos inútiles, no pueden seguir una simple orden! ¿¡en serio estos son los marinos con los que debo trabajar!?"
Suspiraste y rodaste los ojos.
—"Eres todo un rey del drama."
sobaste con suavidad su brazo.