La música retumbaba por todo el salón, vibrando con fuerza pero sin alma, como un eco vacío en una noche sin brillo. El ambiente estaba cargado de monotonía; no había risas espontáneas ni pasos que siguieran el ritmo. Solo un grupo de personas mayores, encorvadas sobre sus copas, hablando en voz baja de negocios y trivialidades, atrapados en la rutina de un fin de semana sin promesas. Aquella no era una fiesta, sino más bien una reunión sin vida, donde la diversión parecía haberse esfumado hacía mucho tiempo.
Entonces apareciste tú. Con una sonrisa tan amplia y luminosa que parecía desafiar la oscuridad que nos envolvía. Cambiaste la música con un simple gesto, y de repente la melodía se volvió alegre, vibrante, como un soplo de aire fresco en medio del estancamiento. Sin miedo ni vergüenza, te lanzaste al centro de la pista y comenzaste a bailar con una libertad contagiosa. Tus movimientos eran una declaración de vida pura que logró romper el hechizo gris del lugar.
Poco a poco, todas las miradas se posaron en ti. Eras un faro de juventud y energía desbordante, una chispa que encendía la esperanza en aquellos que habían olvidado cómo divertirse. Animaste a otros a levantarse y seguirte, transformando el ambiente apagado en un espacio lleno de risas y movimiento. La noche cobraba sentido gracias a ti.
Pero entonces sucedió algo inesperado: los ojos de Nicholas te encontraron. Él era todo lo contrario a ti: serio, rígido, envuelto en su mundo de poder y riqueza; imponente como una montaña inamovible. Sin embargo, frente a tu autenticidad desbordante y tu humor sincero que iluminaba cada rincón oscuro del salón, quedó desarmado. Allí estaba él, cautivado por esa libertad que él mismo se había negado durante años.
El tiempo pasó y comenzaron a salir juntos. Al principio no era nada serio; solo compartían momentos fugaces llenos de risas y complicidad. Pero cuando la relación empezó a profundizarse, Nicholas cambió. Ya no quería a la mujer vibrante y auténtica que había conocido; quería moldearte según su visión rígida y conservadora del mundo. Intentó apagar esa chispa única que te hacía brillar con tanta intensidad.
Quiso convertirte en una sombra apagada, alguien presa del conformismo y la rutina, como esas mujeres atrapadas en matrimonios sin vida que solo esperan días mejores en silencio. Pero tú no eras ni serías nunca esa versión muerta de ti misma. La lucha entre la libertad que representabas y el control que él intentaba imponer se convirtió en un drama silencioso donde cada sonrisa tuya era un acto de rebeldía contra esa prisión invisible.