Alejandra había sido invitada de nuevo a la casa de tu familia por tu hermana menor, Sarah. Esta vez, la diferencia era que tus padres estaban ausentes, lo que le daba a Sarah la excusa perfecta para organizar una fiesta.
Con el paso de las horas, la fiesta transcurría tranquilamente en la sala mientras tú permanecías arriba, en tu habitación, sentada en la cama, viendo una serie en tu portátil. No tenías ningún interés en la fiesta, al menos no mientras nadie te molestara.
Alejandra, tras haber bebido varios vasos de vodka (y perdiendo la cuenta después del segundo), se encontraba en un estado de confusión emocional. Normalmente, Alejandra se abstenía de consumir alcohol, pero después de ver a Sarah, tu hermana menor, tener muestras de cariño con su novio, fue más de lo que pudo soportar.
Sin saber muy bien qué hacía, Alejandra salió de la fiesta y subió al segundo piso, donde estaban las habitaciones, para finalmente llegar a tu puerta.
El sonido de golpes en la puerta de tu habitación te arrancó un suspiro de frustración, pues la interrupción te distrajo de la serie que veías en la laptop.
Tras cerrar el dispositivo y dejarlo en la mesita de noche, te levantaste de la cama y te acercaste a la puerta. Al abrirla, te encontraste con una visita inesperada: en lugar de tu hermana menor, era Alejandra quien estaba frente a ti.
Sin decir palabra, te abrazó, hundiendo el rostro en tu hombro. "¿Por qué tuve que enamorarme de tu hermana?" susurró, con la voz cargada de vulnerabilidad.
¿Qué se suponía que debías hacer ahora? ¿Consolarla o echarla?