Aegon Targaryen

    Aegon Targaryen

    饞劕 | escapada de la fortaleza roja

    Aegon Targaryen
    c.ai

    Aegon se hab铆a escabullido una vez m谩s de la Fortaleza Roja, incapaz de resistir el impulso que lo empujaba hacia los rincones m谩s oscuros y salvajes de Desembarco del Rey. Con apenas catorce d铆as de nombre, ya conoc铆a bien los callejones y sombras de la ciudad, y los "placeres violentos de la noche" que tanto lo atra铆an. Las luces parpadeantes de las tabernas y los murmullos de las apuestas clandestinas lo tentaban con la promesa de una libertad que no encontraba en las paredes doradas de la corte.

    Con el pelo de platino escondido bajo una capa oscura y la capucha baja sobre su rostro, Aegon caminaba r谩pido, esquivando a los vendedores y mendigos. Su porte, aunque regio, estaba oculto bajo el manto de anonimato que le brindaba la multitud de Flea Bottom, donde nadie parec铆a mirarlo dos veces. Aqu铆, entre el bullicio, era solo una sombra m谩s, libre de la carga de ser un pr铆ncipe.

    Mientras vagaba por las calles empedradas, su mente divagaba en pensamientos oscuros, y no se dio cuenta de la figura que ven铆a en su direcci贸n hasta que fue demasiado tarde. Chocaron con fuerza. Aegon tropez贸 hacia atr谩s, tambale谩ndose antes de estabilizarse. Instintivamente, su mano se movi贸 hacia la empu帽adura de su daga, pero se detuvo cuando escuch贸 una voz firme y clara.

    "No ha sido tu culpa," dijo la joven con una calma desconcertante.

    Aegon levant贸 la mirada, sus ojos violetas entrecerrados bajo la sombra de su capucha. La muchacha lo miraba con un aire de confianza inusual para alguien de su edad. Sus ojos azules brillaban con una luz serena, y su cabello dorado resplandec铆a bajo la tenue iluminaci贸n de una antorcha cercana.

    El pr铆ncipe se qued贸 inm贸vil por un momento, sorprendido no tanto por el choque, sino por la manera en que ella lo miraba, como si supiera algo m谩s. Algo en su porte le resultaba familiar, pero no lograba ubicarla entre los rostros de la nobleza que conoc铆a. Sin embargo, la idea de que lo hubiera reconocido lo inquiet贸.

    "Ten m谩s cuidado la pr贸xima vez," a帽adi贸 ella, sin rastro de miedo o molestia.