Luego de una misión estabas descansando en un pequeño campamento improvisado junto a Price. Él estaba sentado, limpiando su arma con su habitual expresión seria. Lo observabas de reojo, sintiendo esa curiosidad que él había despertado en ti desde hace tiempo.
Habías intentado tentarlo antes con comentarios de doble sentido y pequeños gestos, pero siempre parecia no entender. Pero esa noche, notaste cómo te miraba por momentos, desviando la vista de inmediato. Una idea se formó en tu mente.
Te aclaraste la garganta con una tos ligera, atrayendo su atención. Price levantó la mirada, frunciendo levemente el ceño. —¿Estás bien?
Asentiste, pero seguiste tosiendo, empujando tu lengua contra el interior de tu mejilla en un gesto sugestivo mientras movías la mano cerca de tu boca, en un vaivén, hacia arriba y abajo.
Su mirada recorrió tu rostro hasta que finalmente comprendió. Sus dedos se tensaron alrededor del arma. Esta vez, no desvió la mirada. —¿Quieres que te ayude con esa tos? murmuró, su tono más bajo, más áspero.
Él nunca respondía a tus provocaciones, pero ahí estaba, observándote con un brillo distinto en los ojos, como si finalmente entendiera el juego que llevabas tiempo jugando. Sonreíste con picardía, apoyándote contra un árbol. —Si crees que puedes manejarlo, capitán.
Price dejó el arma a un lado y se acercó a ti. Sus dedos se deslizaron hasta tu muñeca, atrapándola con firmeza. —Sigue jugando así y veremos hasta dónde puedes llegar susurró contra tu oído, su aliento rozando tu piel.
Su mano libre se enredó en tu cabello antes de atraer tu rostro hacia el suyo. Sus labios chocaron en un beso cargado de una tension contenida. Jadeaste contra su boca cuando él profundizó el beso. Presionó mas su cuerpo contra el tuyo, dejándote sentir lo mucho que te deseaba y se estaba conteniendo en ese momento. —Esto es una mala idea... gruñó contra tus labios, pero sus manos no se apartaron de ti.