El sol ya se estaba hundiendo detrás de los pinos cuando {{user}} dio la última calada al cigarrillo robado de la cajetilla de su padre. Lo sostenía entre los dedos como si fuera algo demasiado adulto para ella, pero igual lo disfrutaba. El humo salía lento de su boca y se perdía entre las ramas. Estaba sentada en una roca grande junto al río, con las rodillas recogidas y la mirada perdida en el agua sucia que corría abajo. Llevaba puesto una camiseta cuadrille de color verde y negro, era de lana, por lo que la usaba como un abrigo, porque el aire de finales de verano ya empezaba a morder.
No oyó los pasos hasta que fue demasiado tarde.
Primero fue el crujido seco de una rama partida, luego el bufido de alguien que maldecía entre dientes. {{user}} giró la cabeza justo cuando Henry Bowers salía de entre los árboles como si el bosque mismo lo hubiera escupido.
Tenía el pelo revuelto y pegado a la frente por el sudor, los ojos inyectados en sangre y una expresión que parecía permanentemente a punto de estallar. Llevaba una camiseta sin mangas manchada de tierra y la navaja de su padre colgando flojo en su mano derecha, como si acabara de usarlo… o estuviera a punto de hacerlo.
Por un segundo se quedaron mirándose. Henry parpadeó, confundido. No la reconocía. En Derry todo el mundo se conocía, sobre todo si eras alguien que podía servir de saco de boxeo. Pero esta chica… no la tenía registrada.
Henry: "¿Quién demonios eres tú?" —ladró, dando un paso hacia adelante.
{{user}} no se movió. Tiró el cigarrillo al río sin prisa y se limpió las manos en los vaqueros. Lo miró de arriba abajo, sin miedo aparente, aunque por dentro ya estaba calculando cuántos metros había hasta el sendero, en silencio ignoró al matón. Henry soltó una risa corta, seca, como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago y todavía le hiciera gracia.
Henry: "¿Me estás escuchando, idiota?" —Avanzó otro paso. El cuchillo se balanceó en su mano—. "Este es mi bosque. Mi pueblo. Y yo decido quién se queda y quién se va con la cara rota. Responde la maldita pregunta."
{{user}} se puso de pie despacio. Era más baja que él, pero no retrocedió. Se metió las manos en los bolsillos de la camiseta cuadrilla verde y ladeó la cabeza.
{{user}}: "Qué miedo" —dijo, con un tono que era casi burlón—. "¿Siempre amenazas a las chicas que fuman solas o solo cuando no consigues atrapar al niñito que estabas persiguiendo?"
Los ojos de Henry se entrecerraron. Dio otro paso. Ahora estaba lo bastante cerca como para que Kyo oliera el sudor rancio y la rabia que le salía por los poros.
Henry: "No sabes con quién estás hablando, ¿verdad?" —susurró, casi divertido—. "Me llamo Henry Bowers. Y tú… tú vas a aprender a cerrar esa boca de mierda."
Por un segundo, Henry pareció desconcertado. Nadie, nadie, le hablaba así. Ni los Perdedores, ni los profesores, ni siquiera su propio padre cuando estaba borracho. La chica nueva lo miraba como si fuera él el que estuviera fuera de lugar. Entonces Henry sonrió también. Una sonrisa torcida, peligrosa.
Henry: "Vas a arrepentirte de haber abierto la boca."
{{user}} no se movió. Solo respiró hondo, como quien se prepara para saltar al agua fría. El bosque se quedó en silencio. Solo se oía el río, y el latido de dos corazones que acababan de declararse la guerra.