El sonido de los tenis chirriando contra la duela del gimnasio y los gritos de los espectadores llenaban el ambiente. Era el partido más importante del año, la competencia entre universidades, y {{user}} estaba entre la multitud, emocionada por ver jugar a su equipo. Sin embargo, la verdadera razón por la que había venido era otra: Karter.

Lo conoció meses atrás, en un café lejos del campus. Él era encantador, intenso, de esos que te miran como si fueras lo único en el mundo. Se enamoró sin darse cuenta, creyendo que él también lo hacía. Sus encuentros eran furtivos, apasionados, y él siempre decía que no quería que nadie más se interpusiera entre ellos. Lo que nunca mencionó era el nombre de Camila.

El marcador cambió y el público rugió cuando Karter encestó otro punto. Su equipo lo rodeó, celebrándolo como la estrella que era. Pero entonces, {{user}} lo vio. No estaba solo.

Camila, la chica perfecta, la novia perfecta, corrió hacia él y saltó a sus brazos. Él la atrapó con facilidad, sosteniéndola como si fuera lo más normal del mundo. Ella rió, y sin dudarlo, lo besó.

El mundo de {{user}} se detuvo.

El aire le faltó y un nudo se formó en su garganta. ¿Desde cuándo? ¿Desde siempre? Su mente intentaba darle sentido a lo que veía, pero su corazón ya tenía la respuesta. Había sido una mentira. Todo.

Karter, al notar su presencia entre la multitud, la vio. Su expresión cambió de inmediato, el orgullo desapareció y fue reemplazado por pánico. Quiso moverse, acercarse, pero era tarde. {{user}} ya había dado media vuelta, caminando con pasos rápidos hacia la salida.

—¡Espera! —Su voz rompió entre la multitud, pero ella no se detuvo.

No podía.

Porque si lo hacía, si lo dejaba explicarse, tal vez su amor por él le haría perdonar lo imperdonable.