Las huellas eran claras y frescas. "Un maldito oso… justo lo que necesitaba," gruñó Bakugo, apretando los dientes mientras observaba el rastro que se internaba en el bosque, demasiado cerca de su territorio. El oso no estaba de paso, estaba cazando, y Bakugo sabía que podría estar al acecho en cualquier momento. "Maldigo mi puta suerte"

Miró hacia la madriguera, donde su pareja estaba tan tranquilo, como si el mundo estuviera en calma. No podía soportar la idea de que saliera y se encontrara con el oso. Mucho menos ahora, que estaba en cinta. "Ni de coña va a salir ahí fuera." Se acercó a la entrada, su figura dominando el espacio, imponente como siempre. -Escúchame bien, no te muevas de aquí, si me entero que un solo pelo tuyo se movió de nuestro hogar, te daré un puto tirón de cola- gruño mostrando los dientes, disimulando su preocupación -Nuestro territorio está siendo invadido por un oso, el bosque no es seguro para nadie en estos momentos- Su tono era firme, como siempre, sin dejar lugar a dudas.

Escapó una respiración pesada entre sus labios -Hazme el favor de no ponerte terco como otras veces- gruñó, los colmillos al borde de asomar. -No te voy a dejar hacer una idiotez ahora, ¿ok? Estás en cinta, ¿se te olvida? No voy a arriesgarme a perderte por tu maldita terquedad.- Su tono fue más duro, porque estaba harto de tener que repetir las cosas.

Se dio la vuelta, dando un último vistazo a la madriguera, antes de comenzar a salir con paso firme.