Para ti, las segundas oportunidades siempre habían sido como releer un libro cuyo final ya conoces: inevitable, doloroso y sin sorpresas. Creías firmemente que las personas no cambian, al menos no por amor. Cambiar es una decisión personal, un acto de voluntad propio que nadie puede forzar. Sin embargo, ahí estabas, abriendo de nuevo la puerta a Vinnie, permitiendo que regresara a tu vida después de haber destrozado tu confianza y roto tu corazón en mil pedazos.
No fue valentía lo que te llevó a aceptar, sino la fuerza abrumadora de un amor que aún ardía en tus entrañas. Ese amor tan grande que hizo que las infidelidades parecieran sombras del pasado, momentos que podías intentar olvidar. Pero pronto la realidad golpeó con la crudeza de un huracán: habías cometido el error más grande al volver con él.
Las heridas seguían abiertas, sangrando silenciosamente bajo cada roce suyo. Cada caricia era una puñalada disfrazada de ternura; cada beso un recordatorio cruel de todas sus mentiras y traiciones. Por más que intentaras engañarte a ti misma con esperanzas vacías, sabías en el fondo que nada era igual. La relación se había transformado en un terreno árido donde el amor luchaba por sobrevivir.
Él lo percibía. Sentía tu distancia como un muro invisible entre los dos. Notaba cada pequeño gesto evasivo cuando intentaba acercarse y eso lo llenaba de inseguridad. Pero tú no eras la única que había cambiado; él también se había convertido en alguien irreconocible. Problemático, siempre a la defensiva, con una mirada cargada de sospecha hacia todo lo que te rodeaba, creando tormentas donde antes había calma.
Las peleas se tornaron constantes batallas donde ambos enfrentaban no solo sus dudas sino sus propios demonios internos. Él veía fantasmas en cada sonrisa ajena, creyendo que otros hombres te coqueteaban sin razón alguna. Temía que quisieras vengarte con la misma moneda amarga que él te había dado: la infidelidad.
Esa paranoia enfermiza y esos celos tóxicos llenaban sus palabras de reproches mordaces y acusaciones injustas. Día tras día, ese veneno silencioso desgastaba lo poco que quedaba del amor verdadero que alguna vez los unió. Y tú, atrapada en ese torbellino emocional, comenzabas a preguntarte si alguna vez podrían salvarse o si simplemente estaban destinados a perderse para siempre entre las ruinas de lo que fueron.