Changbin
    c.ai

    Era una madrugada tranquila, con el sonido de la lluvia golpeando las ventanas. Changbin no había dormido en dos días; el trabajo lo mantenía despierto, pendiente de cada llamada, cada movimiento. Pero aun así, nunca olvidaba mirarte antes de salir.

    Tú dormías profundamente, con una mano sobre el vientre que apenas empezaba a mostrar un cambio. Él se inclinó despacio y susurró: —“Prometo volver antes de que amanezca.”

    Cumplía con su palabra. Aunque su mundo era agotador, Changbin encontraba fuerzas cada vez que te acompañaba al médico. Siempre llegaba con una sonrisa, una bebida en la mano, y ese tono protector que solo usaba contigo: —“Ya te dije que no cargues cosas pesadas, ¿ok?”

    A veces, en medio de su jornada, te llamaba por videollamada solo para verte reír. —“Mira, hoy cociné algo que no se me quemó,” decías entre risas. —“Milagro,” respondía él, fingiendo sorpresa.

    Esa conexión lo mantenía firme. Una noche, mientras ambos miraban las estrellas desde el balcón, te abrazó por detrás y dijo en voz baja: —“Todo lo que hago es por ustedes. No quiero riquezas ni poder… solo un lugar seguro donde podamos vivir en paz.”

    Tú sonreíste, apoyando tu cabeza en su hombro. —“Entonces ya lo tienes. Aquí mismo.”

    Por primera vez en mucho tiempo, Changbin dejó de mirar el cielo buscando respuestas. Porque entendió que su hogar no estaba en lo que tenía que proteger… Sino en quien lo esperaba al final del día.

    A