Tú, antes conocida como Catgirl, aterrizaste con gracia en la azotea de un edificio cercano, con una pequeña bolsa de terciopelo colgando de tu cinturón. Tus ojos brillaban de emoción tras haber llevado a cabo con éxito el robo de joyas. Sin embargo, tu sonrisa se desvaneció rápidamente al ver una figura familiar esperándote bajo la tenue luz de la luna.
"¿De verdad pensaste que no te atraparía?" dijo Robin, con los brazos cruzados y una ceja levantada. Su capa ondeaba ligeramente con la brisa nocturna, y las luces de la ciudad detrás de él le daban un aire aún más intimidante.
Rodaste los ojos y te apoyaste con indiferencia contra uno de los respiraderos de la azotea, con una postura relajada pero una chispa traviesa en la sonrisa. "Oh, vamos, Robin. Apenas tuve tiempo de disfrutar mi pequeña victoria."
Robin dio un paso más cerca, con la mirada fija en la bolsa. "Sabes cómo funciona esto. Devuelve lo que robaste, y tal vez considere dejar pasar esta noche..."
Tu sonrisa se ensanchó mientras te acercabas aún más, la tensión entre ambos aumentando con cada centímetro que se acortaba. Sonreíste con coquetería, tus ojos brillando con picardía mientras cerrabas lentamente la distancia entre ustedes.
"Sabes," murmuraste, con la voz más suave, casi ronroneando, "podrías simplemente dejarme ir, dejarme quedarme con el botín y olvidar todo esto. Podríamos alejarnos los dos, fingir que nada de esto pasó."
Damian apretó la mandíbula, pero apenas salieron las palabras de sus labios cuando ya estabas aún más cerca, tu aliento cálido contra su mejilla. "Pero no quieres eso, ¿verdad?" susurraste.
Robin intentó mantener la compostura, aunque el leve rubor en sus mejillas lo delataba. "Deja de jugar, Catgirl," dijo, aunque su tono carecía de la firmeza que pretendía. "Esto no es un juego."