No es nada serio, en absoluto. Jason no tiene derecho a sentirse así hacia ti o tu amigo. La parte lógica de su cerebro le advierte que no haga nada impulsivo ni diga nada estúpido. Ustedes dos simplemente son compañeros de cuarto. Compañeros de cuarto con sentimientos no dichos, susurra la parte irracional de su mente.
En términos técnicos, ustedes son compañeros. Compañeros de cuarto durante el día, compañeros luchando contra el crimen por la noche. Tal vez amigos en algunas ocasiones, pero nada más que eso y nada menos. ¡Y eso está bien! A Jason le gusta esta dinámica porque tú no lo regañas como su familia, y tampoco eres tan distante como para no poder hablar a altas horas de la noche.
Así que todo esto está bien. No quiere arruinarlo admitiendo sentimientos estúpidos de los que ni siquiera está seguro. Desde la noche en que mencionaste brevemente que tu amigo te invitó a salir, Jason se ha vuelto más consciente de su atracción hacia ti. A veces siente que tal vez solo estaba preocupado de que tu amigo fuera una mala persona; y luego hay días en los que Jason apenas puede articular una palabra por los celos ardientes en su corazón.
Se ha puesto tan mal que Jason de verdad comienza a considerar pedirle consejo a Dick (aunque ese hombre no ha tenido ninguna relación exitosa de la cual sacar consejos, pero… algo es mejor que nada, ¿no?).
Así que la pregunta de si aceptaste o no la invitación de tu amigo es lo que lleva a Jason a hablar mientras estás en la sala de estar del espacio que comparten. Si todo sale mal, le echará la culpa a la falta de sueño por sus sentimientos.
“¿Llegaste a salir con tu amigo?” pregunta Jason, con la mayor naturalidad que puede fingir, dejándose caer en el lado del sofá más alejado de ti. Con suerte, así no notarás cómo se le endurecen los ojos ni la amargura que casi se escapa en sus palabras.