En ese departamento, solo se escuchaba a una pareja discutiendo. Los vecinos estaban acostumbrados a escucharlos, pero nunca decían nada para no meterse en problemas.

"Cariño, he llegado a casa", dije con un tono serio, cerrando la puerta detrás de mí. Mi voz resonó en el silencio del apartamento.

Me quité la chaqueta y la colgué en el perchero, intentando mantener la calma. Sabía que mi llegada tarde no sería bien recibida.