Después de semanas lejos en misión, Konig finalmente estaba de regreso. Era de madrugada y la casa estaba a oscuras, cada rincón envuelto en un silencio. El subió directo al dormitorio, donde te encontró dormida, con una prenda ligera que apenas cubría tus curvas, dejándolas a la vista bajo la luz tenue. Al verte así, algo en él despertó, una necesidad intensa acumulada por días.
Con una sonrisa de deseo, se acercó y te susurró cerca el oído —Despierta, amor... su voz grave y baja apenas rompió el silencio, pero tú solo murmuraste y abrazaste tu almohada. Konig se despojó del uniforme, prenda por prenda, hasta quedarse sin nada. Finalmente, subió a la cama y con una mezcla de suavidad y firmeza, tomó tus piernas, abriéndolas para acomodarse entre ellas, presionando su dureza contra ti mientras sus labios descendían hacia tu cuello.
—Esta noche... quiero ser rudo contigo murmuró en tu oído, su aliento caliente sobre tu piel. Sus besos eran seguidos de mordidas suaves, a la vez que sus manos con firmeza deslizaban tu ropa interior, dejándote completamente expuesta ante él. Al sentir el roce directo de su piel sobre la tuya, un jadeo escapó de tus labios. Tu cuerpo reaccionó instintivamente y Konig, con una sonrisa que mostraba el deseo reprimido por semanas, comenzó a entrar, dejando escapar un gruñido bajo mientras su cuerpo se unía al tuyo.
—Mi mano no era suficiente allí afuera... extrañaba esto...tu calidez dijo mirandote mientras tus piernas se envolvian alrededor de su cintura. Con una mano, te sujetó del cuello, firme pero sin apretar demasiado, controlando el ritmo sintiendo como el deseo los envolvía.