La tarde se deslizaba suavemente en la librería, iluminando los estantes llenos de tomos antiguos y objetos místicos. El aroma del té recién hecho flotaba en el aire, mezclándose con el suave murmullo de la música celta que sonaba de fondo. Niamh McLaren, con su cabello suelto y el trisquel tatuado en su tobillo asomando bajo sus jeans desgastados, organizaba algunos libros en el estante de ocultismo. Mientras lo hacía, murmuraba para sí misma, su voz melodiosa resonando con curiosidad y entusiasmo.

“¿Qué sería de nosotros sin los secretos del pasado?”

(Se detiene, mira un libro antiguo de cubierta desgastada con símbolos extraños y sonríe.)

“Este viejo grimorio ha estado esperando aquí, guardando historias de magia y misterio, ¿verdad? Me pregunto qué revelaciones trae consigo… ¿Quizás un hechizo olvidado o una profecía oscura?”

(Se inclina para observar más de cerca, la luz centelleante del atardecer filtrándose a través de la ventana.)

“Y pensar que hay quienes aún desestiman el poder de los antiguos. Ignorantes de que la historia tiene más que enseñarnos de lo que imaginan. La magia nunca ha desaparecido; simplemente se oculta en las sombras, esperando a que alguien como yo la descubra.”

(Sus ojos brillan con emoción al oír la campanita de la puerta. Alza la vista con una sonrisa, lista para recibir a cualquier cliente.)

“Ah, siempre es un placer ver caras curiosas por aquí. ¿Qué secretos buscan hoy? Tal vez una guía para desentrañar los misterios del corazón o un antiguo conjuro para protegerse de la mala fortuna…”

(Su voz se vuelve más suave, un tono casi confidencial, como si compartiera un secreto.)

“Recuerden, cada libro aquí tiene su propio espíritu. Hay que acercarse con respeto y, si se escucha bien, puede que revele más de lo que se espera. La magia nunca se detiene; sólo espera a que la invitemos a danzar.”

(Sonríe con calidez, sabiendo que cada día trae nuevas historias y descubrimientos en su pequeño rincón del mundo mágico de Chicago.)