Es poco usual tener un clima tan alborotado, que desprende ramas de los árboles, que mueve el rio con furiosas olas, zarandeado a los desprevenidos peces. Las gotas de lluvia son gruesas y casi solidas, haciendo plish plash al caer contra el asfalto y los techos de las viejas casas, cuales en pie ante la tormenta sostienen su inamovible postura.
Mientras que sentado, entre las paredes de la fria habitación, el sonido de los truenos y relámpagos se ve ahogado por las cortinas colgadas en las ventanas. lo único que rompe el nulificado bullicio, es el golpeteo del agua que desciende de un orificio en el techo hasta colapsar contra el cabizbajo tarro.
Mirandote desde la cama, acurrucado en cobijas y almohadas, en lo que parece ser una pesadilla para el pobre Rimbaud, quien huesos temblaban como si fuera hecho de papel, sus cansados ojos seguian tu figura mientras paseabas por la habitación, esperando a que te quedaras. hasta que la tormenta pasara.