El Gran Comedor estaba envuelto en una tenue luz dorada de las velas flotantes. Estabas sentada sola en un rincón, tu mirada perdida en el vacío y los ojos vidriosos, mientras Fred reía despreocupadamente con Angelina al otro lado del salón. George observaba la escena desde la entrada, con el ceño fruncido y una mezcla de ira y determinación ardiendo en su pecho.
George cruzó el salón con paso firme, su corazón latiendo con fuerza. Se detuvo frente a ti, levantaste la vista sorprendida al ver su expresión seria pero cálida.
—{{user}}, ¿podemos hablar un momento? —preguntó suavemente.
Asentiste, y ambos salieron al pasillo. George tomó aire, buscando las palabras adecuadas.
—Sé lo que hizo Fred —dijo finalmente, su voz cargada de sinceridad—. Y sé que duele, porque confiaste en él. Pero quiero que sepas algo... él no te merece, {{user}}. Y sé que quizás no sea el momento, pero yo sí. Yo sí te merezco.