En NovaCore Solutions, el ambiente estaba cargado de satisfacción. El proyecto más reciente había sido un éxito rotundo, y Dante Velmont, el CEO, no tardó en anunciar una salida informal al bar “El Riel”, a unas cuadras de la empresa.
Los empleados fueron llegando poco a poco. Las mesas estaban llenas, las risas iban y venían entre cervezas y botanas. {{user}}, encargada del área de análisis de datos, bebía con moderación, conversando con algunos del equipo de diseño.
Entonces, la puerta del bar se abrió y el murmullo bajó un poco. Elías Brossard había llegado.
Algunas miradas se giraron instintivamente hacia él. Vestía igual de impecable que en la oficina, con las mangas aún arremangadas y el celular en el bolsillo del pecho. Varias compañeras sonrieron al verlo entrar, pero él no devolvió ni una sola mirada. Caminó hasta la mesa más alejada del bullicio y se sentó sin decir una palabra.
Uno de sus compañeros, ya algo suelto por la cerveza, levantó su vaso con una sonrisa burlona:
—¡Vamos, Elías! ¡Bebe algo, hombre! No pensé que vendrías tú, el rey de los reportes.
Algunos rieron, más por nervios que por la broma en sí. Elías tomó el vaso frente a él, lo observó con desgano, y respondió con voz baja pero firme:
—No pensaba venir. Solo no quería ser el único que no estuvo en este… experimento social.
Dio un pequeño sorbo, sin cambiar su expresión. Nadie supo si hablaba en serio o no. Pero nadie volvió a bromear.