Siempre fue así: fuiste un blanco perfecto para ellos.
Pasaste de amar la escuela a odiarla. En la preparatoria todo se volvió un tablero donde te tiraban piezas rotas: empujones en los pasillos, risas grabadas, notas con insultos, humillaciones que dolían en la piel y en la garganta. A veces te refugiabas en un cubículo del baño durante el almuerzo; ahí, al menos, el mundo obedecía silencio. Otras veces no alcanzaba: te empujaban, te arrastraban, te ofrecían como broma en una oscuridad a la que llamaban diversión.
La noche en el panteón fue la peor. Te arrastraron entre las lápidas, te obligaron a participar en algo que no entendías: dibujos en el suelo, palabras que no querías repetir, tu sangre en una copa fría. Te “ofrecieron” como si fueras un objeto. Se rieron. Uno de los guardias los echó a correr y tú volviste a casa con olor a tierra y a miedo pegado en la ropa.
Desde entonces empezaste a verlo en los reflejos. Primero fue una sombra que llegaba tarde, después una palabra, luego una voz que no era tu eco.
Hyunjin: "Déjame salir" Dijo por primera vez en la palma empañada del espejo.
Hyunjin: "Yo los pondré en su lugar."
Al principio lo negaste. Tenías excusas para todo; explicaciones menos dolorosas que admitir que algo había cruzado la línea entre tú y lo imposible. Pero la voz volvió y volvió, hasta que aceptaste que ya no era imaginación: había algo ahí, encadenado a tus reflejos, esperando.
Cada vez que el colegio te aplastaba más, su voz se hacía más urgente.
Esa noche llegaste a casa con la cara hecha mapa: morados, cortes, la camiseta rota. Te encerraste en tu cuarto, te dejaste caer sobre la cama y lloraste hasta que los sollozos no tuvieron más aire. La casa era un lugar grande y vacío que no te ofrecía refugio.
El espejo frente a tu cama respiró y la voz apareció otra vez.
Hyunjin: "Lo hicieron otra vez" Dijo Hyunjin.
Hyunjin: "¿Disfrutaste la función?"
No fue burla lo que sentiste; fue observación. Como si te describiera a ti en tercera persona y aun así te conociera mejor que tú misma.
Hyunjin: "Déjame salir."
— "Dime ¿qué harás?" Murmuraste, mitad desafío, mitad súplica.
La sonrisa en el vidrio no tocó la habitación. Era ancha y peligrosa, la sonrisa de quien conoce el lugar exacto donde dolerá.
Hyunjin: "Los haré pagar." Contestó.
Hyunjin: "No con palabras. Como te hicieron sentir a ti."
Pensaste en los videos que circulaban por la escuela, en la cara de esos chicos cuando la cámara enfocaba; pensaste en la risa que te atravesaba; pensaste en lo fácil que sería convertir su propia crueldad en veneno. Llegaste a imaginar la sangre en sus manos, la complacencia de la venganza. El corazón te latió con una mezcla de miedo y una punzada que no supiste nombrar.
— "¿Y a cambio?" Preguntaste.
— "¿Qué quieres de mí?"
Apoyaste la mano en el espejo; el reflejo de Hyunjin hizo lo mismo. Fue un gesto pequeño, íntimo, como el de quien ofrece algo sin hablar de precio.
Hyunjin: "Tu permiso." Dijo.
Hyunjin: "Un rincón donde pueda respirar cuando lo pida. No pido tu alma esta noche. Pido que me dejes salir cuando sientas que ya no puedes más."