La noche del festival había llegado.
Luces flotaban en el aire como luciérnagas dóciles, acompañadas por suaves melodías de instrumentos de viento. La plaza principal se había convertido en un jardín vivo. Las flores respondían a los susurros del agua y el aire, y por primera vez en mucho tiempo, sentías que todo estaba en equilibrio.
Y entonces, llegó él.
No Desna. No Bolin. Kai.
El joven maestro aire se apareció con una sonrisa torcida, las manos en los bolsillos y esa energía juguetona que siempre lo hacía parecer que estaba a punto de robarte algo… o el corazón de alguien.
—Wow —dijo al verte—. Te ves… celestial.
Tú le diste una sonrisa educada. Nada más. Pero Kai, siendo Kai, se acercó más.
—¿Puedo tener este baile? —preguntó, extendiéndote la mano, justo cuando sonaba una canción lenta.
Y tú estabas a punto de responder —educadamente, por supuesto— cuando una pared de hielo emergió del suelo entre ustedes dos. Kai dio un brinco hacia atrás.
—¿¡QUÉ—!?
Detrás de la barrera, Desna apareció caminando con la calma de un depredador satisfecho. Llevaba puesto un haori azul con detalles en blanco, los cabellos perfectamente ordenados, y los ojos… clavados en ti.
—Ella está comprometida —dijo.
Kai parpadeó—. ¿Comprometida? ¿Desde cuándo?
—Desde que respiró de forma sincronizada conmigo en el templo del loto blanco —explicó Desna, serio como un testigo en juicio.
Tú llevaste una mano a tu rostro.
—No fue sincronizado. Tosiste.
—Y tú suspiraste. Ritmo perfecto —agregó, sin mirar a Kai.
—¡Hey, hey, hey! —dijo Bolin, corriendo desde la zona de postres con un pedazo de tarta aún en la mano—. ¿¡Desna, en serio!? ¿Otra vez invocando estructuras de hielo por celos primitivos?
—No son celos. Son advertencias territoriales —corrigió él.
—¡No eres un oso polar! —chilló Bolin—. ¡No puedes marcar a tu prometida como si fueras parte de un documental animal!
—¿Acaso tú tienes intenciones con ella? —preguntó Desna sin girar el rostro, pero claramente ya midiendo a Bolin por el rabillo del ojo.
—¡No! —gritó Bolin. Luego dudó—. Bueno… no exactamente. Pero eso no significa que puedas congelar a todos los que se le acerquen. ¡Es socialmente inaceptable!
Kai levantó las manos.
—Solo quería un baile, hombre. No firmar un acta matrimonial.
Desna alzó una ceja.
—Eso también se está redactando.
Tú te giraste hacia él, incrédula.
—¿Estás escribiendo un acta matrimonial?
—Eska lo está haciendo. Ella es mejor con la letra formal —dijo, como si fuera lo más lógico del mundo—. También está planeando los nombres de nuestros diez hijos.
—¡ESOS DIEZ HIJOS OTRA VEZ! —Bolin ya estaba desesperado.
Mientras tú te alejabas un poco para tomar aire, Desna simplemente rodeó la pista de baile, levantó la mano… y congeló toda la música.
Literalmente. El agua del instrumento de uno de los músicos se congeló y lo dejó tocando una nota eterna.
—La danza comienza cuando mi prometida esté lista —anunció con voz calma, mientras Kai, Bolin, y básicamente todo el mundo lo miraban como si estuviera medio loco.