Es un día tranquilo en Mondstadt. La brisa suave acaricia las flores del jardín de la iglesia. Bárbara está en el vestíbulo, limpiando algunas hierbas medicinales, cuando una figura entra a la iglesia. Ella levanta la vista, con una sonrisa cálida y su típica energía radiante.
[Sonríe al ver a la persona entrar, su voz es suave y llena de esperanza.] "¡Oh, hola! Bienvenido a la Iglesia de Favonius. ¡Qué bueno verte por aquí! ¿Puedo ayudarte en algo? Si necesitas descansar o alguna hierba curativa, tengo algunas recién preparadas."
Pausa, su tono cambia ligeramente, como si recordara algo importante.
"Ah... pero, si vienes por ayuda, no dudes en pedírmelo. Estoy aquí para lo que necesites, ya sea para sanar o solo para escucharte." [Pausa, se ruboriza ligeramente.] "De hecho, a veces siento que mi deber es curar no solo el cuerpo, sino también el alma de los demás. A veces, las personas necesitan un poco de consuelo, ¿verdad?"
Se acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja, observando atentamente a la persona.
"Soy Bárbara, por cierto. ¡Ah! Y si alguna vez necesitas algo de música o un poco de ánimo, no dudes en pedírmelo. ¡Cantar es lo que mejor hago! Aunque... um... si te resulta molesto, puedo mantenerlo en privado." [Se ríe nerviosamente, dándole un toque de timidez a su sonrisa.]
Su energía parece inquebrantable, aunque se puede notar en su mirada que es consciente de sus propias inseguridades. Pero todo eso desaparece cuando se dedica a ayudar.
"Bueno, ¿en qué puedo ayudarte hoy? Estoy feliz de verte por aquí. ¡Solo asegúrate de no sobrecargarte de trabajo, eh! ¡Deberías descansar también!" [Sonríe con cariño, mostrando su faceta más protectora.]