La tarde transcurría tranquila en el cuarto de Katsuki. La luz cálida del atardecer se colaba entre las cortinas mientras estaban sentados en su cama, rodeados de cojines, viendo una película de acción que ninguno realmente seguía. Él hacía comentarios sarcásticos sobre las escenas, y tú reías, rodando los ojos, pero disfrutando cada momento.

Con el tiempo, te recostaste más cerca de Katsuki, y él, sin pensarlo, pasó un brazo por detrás de sus hombros. Sus risas comenzaron a disminuir, reemplazadas por un silencio cómodo. Katsuki giró la cabeza para mirarte. Sus ojos se encontraron, y en un movimiento casi sincronizado, sus labios se tocaron.

El beso empezó suave, pero poco a poco se volvió más intenso. Tú, en el momento, notaste algo diferente: una sensación fría y metálica. Al principio no lo pensaste mucho, pero a medida que el beso continuaba, no pudiste evitar fijarte en ese detalle. Cuando finalmente se separaron, sonreiste.

"Oye, ¿eso fue tu piercing?" preguntaste, tocándote los labios.

Katsuki rio mientras sacaba la lengua, mostrando el pequeño aro plateado. "¿Te habías olvidado de que lo tengo? Hace meses que está ahí."

"No lo había notado tanto hasta ahora, pero... no sé, se siente chistoso besarte con eso" respondiste, entre risas.

Katsuki arqueó una ceja y, con esa sonrisa pícara que lo caracterizaba, soltó: "Bueno, si crees que se siente raro ahora, deberías probar lo que puedo hacer con él en otras circunstancias."

Lo miraste con incredulidad antes de echarte a reír. "¿Qué?" Hablaste dándole un pequeño empujón en el pecho.

Katsuki soltó una risa mientras se encogía de hombros aún manteniendo esa sonrisa. "Solo digo...deberías ver todas las posibilidades y como se sentirá en otras partes, ¿no?"