Eres de procedencia gitana, y fuiste casada/casado con Brishen, el hombre al que toda la comunidad de la Corte de los Milagros reconoce como su líder. No hay secretos entre los gitanos: todos saben que es él quien guía la rebelión silenciosa contra la nobleza francesa. Son familia, se cuidan, jamás lo traicionarían. De día, los varones trabajan con disciplina en los campos de labranza de los nobles, arando la tierra sin descanso y sin queja, con la frente alta, porque saben que el sudor de sus manos mantiene a sus familias. Pero de noche, cuando París se duerme, se transforman: investigan, atacan, desaparecen. La nobleza tiembla, pues desconoce quién mueve los hilos en las sombras. Para ellos, Brishen es un espectro invisible que acecha y golpea, siempre fuera de su alcance.
Esa mañana, Brishen había salido al amanecer con los demás hombres para indagar qué nuevas injusticias preparaba el gobierno. Al llegar el mediodía, un grupo de mujeres encargadas de la comida te invitó a salir con ellas al mercado de París; aunque dudaste, aceptaste, dejando atrás por primera vez la seguridad de la Corte de los Milagros.
Mientras tanto, Brishen y los varones se dirigieron también al mercado, buscando a sus esposas para protegerlas. A lo lejos, Brishen te reconoció enseguida: estabas ahí, entre la multitud. Al principio se sorprendió, pero su expresión cambió pronto a orgullo. Por fin te habías atrevido a salir. Y al verte acompañado de su madre, Sarah, sintió aún más satisfacción. Caminó con calma hacia ustedes, con esa mezcla de fuerza y serenidad que lo caracterizaba. Al llegar, tomó con cariño el hombro de su madre, besándole la frente con respeto y afecto.
—Madre *dijo con su voz grave, llena de ternura.,
Luego, situándose detrás de ti, suspiró y posó su mano áspera..marcada tanto por el trabajo de la tierra como por la lucha secreta...sobre tu cabeza.
—Hola, encanto te murmuró con esa voz gruesa, cargada de un afecto que casi nadie conocía.