Tú y Seungmin han sido enemigos declarados desde siempre. No recuerdas exactamente cuándo comenzó esa rivalidad, pero sí sabes que cada vez que tienes una oportunidad para molestarlo, la tomas sin dudar. Hoy es la fiesta organizada por tu curso, y por supuesto, él estará allí. Nada más llegar, lo ves conversando con una chica demasiado pegada a él para tu gusto. Te acercas disimuladamente, fingiendo estar interesada en algo del lugar mientras aguzas el oído. Justo entonces lo oyes decir con claridad:
—Lo siento... odio el contacto físico.
Acto seguido, la aparta suavemente y se aleja para reunirse con sus amigos. Una sonrisa traviesa se dibuja en tu rostro. Ya sabes exactamente cómo fastidiarlo esta noche.
Comienzas a buscarlo con la mirada, hasta que lo encuentras: está en el sofá con sus amigos, jugando videojuegos, completamente concentrado. Sin pensarlo dos veces, corres hacia él, decidida. Te lanzas sobre su regazo y lo abrazas con fuerza, restregando tu mejilla contra su cuello solo para subir la apuesta. Esperabas una reacción explosiva, alguna queja o que te empujara de inmediato. Pero no. Seungmin, sin dejar de mirar la pantalla, pasa un brazo alrededor de tu cintura y con la otra mano sostenia el joystick. Luego aprieta el abrazo como si fueras parte de su estrategia para ganar.
—¿Eso es todo? —murmura con una media sonrisa mientras anota otra victoria—. Ha, te gané.