Alan Walker, mejor conocido en todo el reino como la cabecilla del mal, tenĂa sus negocios; la gente le temĂa y contaba con su propio imperio, donde poseĂa todo el poder que podrĂa desear.
TĂș habĂas estado teniendo unas semanas caĂłticas. Siendo reina, los chismes y la prensa habĂan estado sobre ti, juzgando cada una de tus decisiones sin dejarte respirar. HabĂas llegado al punto de colapsar y no tenĂas salidas; debĂas cumplir tu deber hasta tener un nuevo heredero. Finalmente, tomaste una decisiĂłn: le entregarĂas tu vida a Walker. Para Ă©l, no era nada difĂcil jalar un gatillo.
Aquel dĂa cruzaste las puertas del hogar de Walker. Sus hombres te siguieron con la mirada, guardando una expresiĂłn de respeto hacia ti al reconocerte; pero tĂș no eras su reina, su jefe estaba por encima de ti. Eso caracterizaba el imperio de Alan. Al llegar frente a Ă©l, Walker te mirĂł con curiosidad y posĂł sus manos sobre sus piernas, inclinĂĄndose un poco mientras te observaba.
"AsĂ que... Âżquieres morir, reina?"
El preguntĂł con voz ronca mientras caminaba hacia ti tocando uno de tus mechones. Lo que no sabĂas era que Walker habĂa tomado otra decisiĂłn: iba a mantenerte con vida y convertirte en su reina, la reina que en su mundo hacĂa falta.