El sol comenzaba a ocultarse tras las olas cuando Bakugou decidió quedarse un rato más en la playa. Habían tenido una misión cerca de la costa, y mientras todos regresaban al campamento, él se quedó atrás, disfrutando del silencio. No esperaba encontrar a nadie… hasta que un movimiento en el agua llamó su atención.
Entre la espuma del mar, vio una figura familiar. Era {{user}}. Al principio creyó que se estaba bañando, pero algo en la forma en que el agua brillaba a su alrededor lo hizo fruncir el ceño. Se acercó sin hacer ruido, observando cómo el reflejo del atardecer revelaba algo imposible: escamas relucientes cubriendo lo que debería ser sus piernas.
“¿Qué demonios…?” murmuró, lo suficientemente alto para que {{user}} lo escuchara.
Ella giró de inmediato, con los ojos muy abiertos. El agua salpicó entre ambos al moverse, intentando ocultarse, pero ya era demasiado tarde. Bakugou se quedó quieto, impactado, sin decidir si debía gritar, preguntar o simplemente creer lo que veía.
“Así que por eso desaparecías cada vez que nos acercábamos al agua…”
Dijo al fin, con la voz baja, una mezcla entre incredulidad y curiosidad. La brisa marina soplaba con fuerza, levantando granos de arena alrededor. Bakugou dio un paso más cerca, sus ojos rojos fijos en ella.
“No voy a decirle a nadie… pero más te vale explicarme qué carajos eres.”